Countdown

Me quedan diecinueve días en España.

La ronda de despedidas ya ha comenzado: mis abuelos, mis amigos, y por último mis padres, en el aeropuerto, en ese fatídico 1 de septiembre.

Es difícil repartir de forma equitativa el tiempo con mis padres y con mis amigos, aunque os aseguro que lo intento. Ahora son pocos los momentos que paso sola porque de repente todo el mundo es mi amigo y todo el mundo me quiere desear lo mejor para Canadá y que me acuerde de ellos en la tienda de souvenirs. ¿Por qué es la gente tan jodidamente falsa? Pero realmente, los que me han apoyado y de los que no solo me voy a acordar en el aeropuerto, sino todos los días, los puedo contar con los dedos de una mano (y me sobran lmao).

Hoy es domingo 13, e incluso los domingos han dejado de saber a domingos. Ya no huele a resignación por tener que ir a la iglesia, no huele a galletas en esta calle rodeada de panaderías-confiterías, ni siquiera huele a comida de los domingos. Ahora flota en el aire el recuerdo de este verano, flotan las prisas por preparar la maleta, flotan las prisas por despedirse y que la gente me tenga en sus brazos, porque saben que van a pasar diez meses sin oler las flores en mi piel y van a pasar diez meses sin oír mis chistes.

Yo no puedo decir que tenga «encanto». De hecho, soy una persona bastante repugnante: me gusta el humor negro, odio a los niños y soy una egoísta con complejo de déspota. Pero al parecer la gente le ha encontrado el puntillo a mi personalidad porque ya son varios los amigos que admiten que me van a echar de menos. Y eso es algo que nos lleva de nuevo al clásico concepto de «solo se aprecia algo cuando ya no está». Cuando salimos por ahí y se meten conmigo (de broma, claro), siempre me rio y les digo: «reíd ahora que ya aprenderéis a apreciarme cuando me vaya, y os lamentaréis de todas las veces que os reísteis de mí».

Es en ese punto en el que la conversación se oscurece, las sonrisas se borran del rostro de mis compañeros y pasamos unos segundos en silencio. Siempre me he preguntado: ¿cómo es posible que alguien pase de la alegría a la tristeza en unos segundos? Y ojo, que a mí me ha pasado; a todos nos ha pasado, vaya, pero me sigue pareciendo un misterio.

La cuestión es que nadie de mi entorno quiere que llegue el 1 de septiembre. No sé si lo dije por aquí, pero es apasionante analizar como según se va acercando el día, mis sentimientos hacia el viaje cambian. Antes seguía teniendo dudas: ahora, con todo reunido para la maleta y preparada psicológicamente (que me ha llevado MUCHO tiempo, os sorprendería saber cuánto), no puedo esperar a irme. Sobre todo, me siento mucho más segura tras ver cómo se lo pasan mis compañeros estadounidenses: siguen usando Instagram (usan las historias para mostrar qué hacen: cámping, pesca, paseos al parque, partidos de baseball…me muero de envidia, la verdad) y de vez en cuando hablan por WhatsApp (la diferencia horaria). Obviamente, vas allí para disfrutar la experiencia (TENGO MUCHAS GANAS DE EMPEZAR DE CERO, DE LLEVAR UNA VIDA AMERICANA Y DE HABLAR EN INGLÉS 24/7 PORQUE VA A SER COMO UN ADRENALINE RUSH EL SABER QUE TU ÚNICA HERRAMIENTA ES EL INGLÉS. AH, Y TAMBIÉN QUIERO APRENDER UN MONTÓN, EN SERIO. ME EMOCIONO SOLO HABLANDO), pero hay que cuidar las raíces. Admito que le decía a mis amigos más cercanos: «no os preocupéis, hablaremos por Whats y haremos Skype, NO PASA NAAAADA», pero en el fondo temía que no pudiera por falta de conexión, tiempo, que no me dejaran, que estallara una guerra bacteorológica o yo que sé. Pero sí que podré, y haré todo lo que pueda para que no se olviden de mí, y yo pensaré en ellos todos los días, para que las arenas del tiempo no tapen mis recuerdos.

 

Fuente: https://goo.gl/HpMmZr

2 comentarios en “Countdown

Deja un comentario